Por Angélica Ochoa
Entonces me acerqué al mar y le pedí perdón, lo había ofendido gravemente. La lámpara gigante que iluminaba la playa tenia razón, después de haber maldecido y golpeado a las olas lo mínimo que podía hacer era ofrecerles una ofrenda de paz. Es por eso que camine varios minutos por la orilla del mar recogiendo las conchas mas coloridas y las algas mas extrañas para entregarlas de regreso al mar.
La verdad es que no tenia ninguna intención de pelear con el mar esa tarde, ni siquiera pensaba nadar. Fue culpa de esa sombra larga y peluda que me hizo mirar hacia el cielo y encontrar un árbol con un tronco delgado e infinito, cabellos verdes y muchos ojos como las arañas.
El árbol pregunto: ¿Piensas nadar? Yo le respondí: mmm las olas se ven muy grandes El árbol respondió: Yo también soy muy grande.
Me decidí a jugar entre las olas, a veces me dejaban atravesarlas y a veces nadaba sobre de ellas. De pronto una me golpeo por detrás de la cabeza sin avisar. - ¡Que descaro! le dije ¡Te beberé hasta que te seques por completo! !Hasta que la línea que dibujas en el horizonte desaparezca y tu brillo se apague! Anuncie mientras la miraba enojado.
No siempre me enojo tan fácilmente pero ese día estaba resentido por lo que había pasado esa mañana cuando mi mama compraba comida en la tienda de Cosas. Yo estaba parado a un lado de ella viendo todos los colores y tamaños adentro de la vitrina mientras esperaba a que mi mama me diera a probar un rollito de jamón y un cubo de queso. Esa es mi parte favorita de la tienda de Cosas, pero ni hablar del callejón de pescados muertos; el olor y los cadáveres en hielo me enchinan la piel.
Mientras comía mi rollito de jamón y cubo de queso comencé a caminar buscando la sección de juguetes, siempre iba a mirar a escondidas de mi mama para ver si había algo nuevo que incluir en mi carta para Santa. De repente estaba rodeado de ropa de todo tipo; calzones, calcetines, camisas y pantalones. Seguí caminando sin poder recordar en que dirección estaban los juguetes ni el cristal de los jamones donde había dejado a mi mamá.
Me comenzó a doler el estomago mientras me salían gotas de agua de los ojos. Decidí esconderme entre las estatuas disfrazadas de personas y los marcos metálicos de donde colgaba ropa. Permanecí ahí por varios minutos hasta que una voz fuerte que resonó en toda la tienda dijo mi nombre. Salí de mi escondite para ver quien me llamaba.
Una mujer con una voz diferente me pregunto: ¿Como te llamas? Le dije mi nombre, la señora me cogió del brazo y me llevo con mi madre.
Pero no pienses que siempre estoy asustado o enojado, a veces me gusta aventurarme en lugares tenebrosos. La semana pasada mis papas me llevaron a la casa de los objetos misteriosos. Mi papa manejaba el carro mientras yo veía los arboles pasar por la ventana. Cuando el carro paro reconocí la casa a la que llegamos, era mucho mas grande que la casa en la que yo vivía. Ese fue el día que encontré un tesoro, objetos brillantes que nunca había visto. Cuando mi abuelo me vio caminando hacia ellos grito: ¡No toques mis antigüedades egipcias! Yo asentí con la cabeza. Fue cuestión de tiempo para que mi abuelo se distrajera y yo me acercara lo mas posible al objeto brillante. Tome lo que parecía la figura de una persona con una tela en la cabeza, ojos oscuros y una falda. Lo olí, lo chupe y lo golpee contra la mesa sin poder descifrar que era. Los pasos de mi abuelo se acercaban, puse el objeto en la mesa y comencé a saltar como conejo.
Siempre que voy a esa casa encuentro un tesoro diferente, pero requiere de mucha astucia que el abuelo no me atrape. Según la abuela esos objetos son preciados por que el abuelo los trajo de sus viajes alrededor del mundo.
Cuando no estoy en busca de objetos misteriosos me gusta quedarme debajo del agua y escuchar sonidos, dejo mi cuerpo flotar mientras el agua me mueve. A veces olvido que no ha todos les gusta el agua como a mi. Como ese día que le pedí ayuda a la nube que flotaba encima de mi. Una hormiga flotaba en una gota de agua que había escurrido de mi mano cuando tome la orilla de la piscina para respirar.
-Coge una hoja del jardín y ponla junto a la hormiga. La nube dijo. Yo seguí las instrucciones. La hormiga subió a su bote y yo la transporte hacia un mar verde donde la hormiga podía nadar. Por cierto, mi nombre es Mateo y podemos jugar juntos si te gustan mis aventuras!
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